
"Yo a Inés la había visto en un stand de la Feria de Autos, y había procedido inmediatamente a desmayarme, pero detrás del stand, para evitarle problemas, aunque no nos conocíamos ni en pelea de perros. Al recuperarme, regresé a probar otro desmayo pero logré mirarla fijamente veinticinco segundos, antes de vomitar, también detrás del stand, nuevamente para evitarle problemas. Revivo la situación en este momento, y confieso que no logro verme de nuevo viendo a una muchacha tan linda jamás en mi vida. Bueno, tampoco hay que exagerar, que estoy reviviendo sólo esa situación, en este momento. La vida es muy original, felizmente. Pero lo cierto es que entonces, al recuperarme por segunda vez, decidí volverme loco un rato y me acerqué diciéndole que por favor desapareciera en el acto. No era justo. Me daba una flojera horrible empezar de nuevo con el calvario de tenerla que conocer, de tenerla que enamorar, de tenerla que perder tras habernos amado tanto. Le conté que ya me había sucedido y que comprendiera mi situación. Llevaba tres años de abandono de primer amor y todo eso, y ya me creía inmune. Qué no le conté para que desapareciera. Le dije incluso que atrás había un desmayo y un vómito del que habla. Dos pruebas ahí detrás del stand, y sólo por evitarte molestias. Mi frágil bienestar exigía su inmediata desaparición. Me sucedió lo peor que podía sucederme. Inés me miró con sonriente y preocupada ternura, afirmando que estaba loco loquito, me entregó una tarjeta con toda la información sobre los autos que se vendían en su stand de la Feria y me miró con más sonriente ternura, preocupada todavía".